aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

martes, 22 de junio de 2010

LA CRUDA REALIDAD. (Grandes Esperanzas, Espectativas Rotas. 2ª Parte)

 Y de repente, la lluvia. Habíamos olvidado la presión de las botas en los pies, y el tacto de la chaqueta en los brazos, pero es que, a 15 días del comienzo del verano, hoy ha diluviado. Incesantemente. Sin tregua ni piedad.

He desempolvado el paraguas y he reunido valor para pasar la mañana con las luces encendidas, sobreviviendo a las tinielas del aguacero y a las que mi jefe me procura.

Yo, como el día, he amanecido gris, aunque no lluviosa. No es exactamente tristeza lo que gasto hoy. En realidad, estoy en algún lugar entre la apatía y la rabia, para ser más concreta, diría que esto no es más que decepción.

Decepcionada porque este mal tiempo no rima con las fechas, desanimada porque no llega ese viaje al otro lado del mundo que aleje a mi superior de mi lado, al menos, por unas semanas. Desencantada porque la segunda entrega de la película que ansiaba ver desde hace un año, ha resultado ser un spot publicitario de dos horas y media sobre Abu Dabi y sus encantos (los de un complejo hotelero, más exactamente), con el patrocinio de las firmas de moda más prestigiosas. Pero ni rastro de las grandes historias, los entrañables personajes y sus divertidos debates. En su lugar, tenía la sensación de haber comprado una VOGUE tamaño industrial, con sus 8 primeras y 8 últimas páginas dedicadas a Dior, Vuitton, Valentino, Blahnik… ¡qué sé yo! Me pierdo en estos derroteros. ¿El interior? Reportajes sobre viajes, restaurantes, decoración y estilos de vida glamourosos esponsorizados por otro tanto de las mismas firmas.

Los personajes más entrañables, ahora sólo son cursis, los más excepcionales, simplemente, soeces. Esperaba reír al reconocerme en anécdotas, deseaba que los amores eternos me provocaran alguna lágrima, que los estilismos imposibles me dejaran pegada a la butaca y ponerme a bailar sin remedio con una banda sonora arrebatadora. Efectivamente bailé, aunque con los créditos, y sonreí con algunos detalles, pero la realidad supera a la ficción y las conexiones me hicieron más daño que gracia.

De la misma manera en que yo decepcioné a Borja, Sexo en Nueva York 2, me ha decepcionado a mí y la culpa sólo es mía.

¿Quién le pidió a él que confundiera mi persistente sonrisa con un talante conformista o sumiso? ¿Quién me aseguró que, en esta ocasión, la segunda parte valdría la pena? Eso es. Nadie.

Esa es la problemática de las expectativas y esperanzas, por lo normal se ajustan a idealizaciones, fruto de lo que la televisión y el HOLA nos inculca. El choque de bruces con la realidad es inminente y doloroso. El corazón se agrieta, es cierto, pero bajo nuestra propia responsabilidad.

No obstante, me preocupan ese tipo de reacciones. No es que las razonadas conclusiones que Borja pudiera extraer de mi persona afecten a mi autoestima. Este no sería siquiera un hecho apreciable si no fuera porque no es un ejemplo aislado. Si miro atrás, en mi experiencia con los hombres, he encontrado alguno que otro con tendencia a la imaginación. Una costumbre bonita, que nos devuelve a la infancia y, sin lugar a duda, positiva. Pero soñar despiertos con el resto de seres humanos no es sano y comprende ciertos daños colaterales.

Recuerdo a Curro, con algunas lagunas, sí, admito que a veces me enamoro y entrego sin valorar los pros y los contras lo suficiente, ni ser demasiado objetiva. Él también creó unas expectativas en torno a mí, se convirtió en algo así como mi representante y ¡apostaba por mi carrera en el cine! Lo tenía clarísimo, me veía en los carteles, coronada de luces de neón. Creo que fumaba alguna sustancia peligrosa. Como buen manager, cuidaba de mi talento, se esforzaba por potenciarlo, así, me invitaba a durísimas jornadas de bronceado en playas nudistas desconocidas (esfuerzo que le agradezco), me ofrecía completas sesiones de saludable sexo (nada que reseñar al respecto) y cuidaba de mi figura con una estricta dieta que yo ni aprobaba ni entendía ni necesitaba.

“¿No te das cuenta? Tienes la cara perfecta… pero esa tripita

¡¿Cómo si yo no tuviera suficiente con los piropos de mi abuela y un imborrable pasado de niña regordeta?! Al principio, mientras sus energías sólo se plasmaban en consejos inocentes, en mi línea, yo sonreía, asentía y daba por zanjada la conversación. Pero una mañana se atrevió a contar las galletas que tomaba en el desayuno y, en ese mismo instante, se nos rompió el amor… de tanto coartarlo. ¿He mencionado que a penas hacía tres semanas que compartíamos nuestras vidas? Curro, y no lo digo con afán despectivo, era un quinceañero encerrado en el cuerpo de un hombre de treinta y seis. No es que fuera inmaduro, es que seguía creyendo en las hadas. Insisto, algo debía fumar en extrañas circunstancias…

Pequeño, canijucho, supongo que me sedujo su voz, profunda, su acento del norte y unas manos de dedos prometedores. Hasta aquí todo cierto, todo demostrable. Más allá de estos límites, existían excesivas verdades a medias en la vida de Curro. Me alegro de haber fallado a sus expectativas, me alivia no haber dejado de comer galletas.

¿Y yo? ¿He creado esperanzas entorno a la gente que me rodea con el sólo fin de decepcionarme? No me refiero sólo a hombres, también pueden ser mis amigas, a mis padres. ¿En qué punto termina lo básico y empiezan las aspiraciones infladas? No tengo derecho a exigir ni esos mínimos, si no son ofrecidos libremente. Si mis amigas llegan tarde o mi madre olvida cocinar mi plato preferido para mi visita del fin de semana, ¿hay lugar para mi decepción? ¿Le fallé a Borja al descambiar mi tolerancia por reproches y coraje? ¿Lo hice al engullir dulces porque me apetecía sin tener en cuenta los deseos de Curro?

No eran tantas las galletas, no era creíble el personaje de Borja, mis amigas no llegaron tan tarde a la cita y no fue tan fascinante sumergirse en el Medio Oriente de la mano de unos Carrie y Mr. Big viejos y perezosos. Espero que mañana brille el sol, radiante, y el día de hoy ya no sea para tanto.

3 comentarios:

  1. lo siento, pero no he podido parar de reir con lo de las galletitas...aun recuerdo cuando me lo contabas...y creo que eso fue lo que me falto por oirle a ese patancillo...Olé por ti!

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  2. "No esperes a que pase la tormenta, aprende a bailar bajo la lluvia..." ¡parece que sale el sol Glo!
    Sigue comiendo galletas ;)

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  3. vivan las galletas, tu cara, tu cuerpo, tus andares Y ESA FOTO QUE HAS PUESTO... CREO Q SOY YO EJEJJE

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