aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

lunes, 5 de julio de 2010

Hombres, mujeres, amigos y todo lo contrario.

Inaugurado el mes de julio, en la ciudad entera asume el Verano.
Treinta grados a las 8 de la mañana… panorama alentador, ¡menuda semana nos espera!

En esta ciudad, el verano trae calor, terraza, cuerpos al sol e historias del pasado. Creía que el invierno y su navidad eran los momentos idóneos para recordar, sin embargo, no sé que les pasa a los hombres en verano, que retoman sus más bajos instintos y sencillamente, pierden la compostura.

Se me ocurren un par de teorías: esas temperaturas alterando las hormonas e hirviendo la sangre de las mentes más frías. O, quizás, todo viene de la mano de las salidas nocturnas, en un intento de aliviar el calor, que acompañadas de copas y más copas, dan lugar a llamadas y más llamadas.
A mí, el calor no me convierte en un ser más receptivo ante algunos reclamos y por el contrario, ayuda a que mi faceta cruel aflore de las entrañas.
En las últimas semanas se han sucedido pequeños detalles que en la noche de antes de ayer, terminaron por definir esa repulsión que los hombres sin remedio ni clase despiertan en mi.
Si las llamadas a media noche no resultan halagadoras, que tales convocatorias se repitan incesantes, sucesivas... me terminan crispando los nervios. Ni colgando ni advirtiendo se dan por aludidos… y yo he llegado a plantearme seriamente, tomar las riendas de semejante agravio.
¿Recuerdan ustedes a aquel negro que me rondaba noche y día en busca de desconocido atractivo y placer? (Ver entrada: Llamada perdida) Pues aunque sabe que sé que no es más que un caradura malcriado, se empeña en insistir y molestar, y no le importa que yo me empeñe en ignorarlo y olvidar.

El caso de este individuo nada tiene de especial, él no lo es, nuestra historia no lo fue y, lógicamente, no lo será. Lo que realmente ha encendido mis alarmas y avivado el fuego del RENCOR son las intrusiones de medianoche que el jefe del negro, protagoniza en los últimos tiempos.
Para entender mejor la historia, empecemos por el principio. Hace algún tiempo os hablé de aquel chico, bien posicionado y apuesto, que alternaba su trabajo, sus amigos, su mujer y su bebé con citas conmigo en mi patio cordobés. Mis amigas y yo, picaramente, le llamábamos El Torero. (Ver entrada: Estado civil: INFIEL) Llegó a mi vida, como os dije, en pleno verano, en plena fiesta, en medio de una de mis atómicas relaciones y me alucinó. No sólo por esos ojos verdes que taladran murallas, si no porque resultó ser un chico encantador, educado, simpático y apasionado como pocos. Cuando supe que hacía varios años que había pisado el altar ya era tarde. Sufría lo que yo misma denominaría como DESEO INFERNAL. Lo deseaba con avaricia, tenía que poseerlo (¡atención a mi lado masculino!), besarlo, morderlo y hacerlo temblar toda la noche.
En mi línea, olvidé cualquier tipo de aspiración sentimental y me centré en ganarme su confianza y su amistad. No fue difícil, sé que se sentía cómodo conmigo. Hablábamos, bromeábamos, éramos realmente sinceros el uno con el otro y eso forjo un curioso cariño.
Pero supongo que no pueden evitarlo. No hay manera de que ganen, aún con el tiempo y las vivencias, el atisbo de razón que los convierta en seres humanos. Siguen demasiado cerca del semental de la manada. El Torero comenzó a controlar mis otras citas, mis otras amistades e, incluso, mis prioridades y mis decisiones.

Él, aquel que sin remordimientos me aseguró que “si alguien le preguntara, siempre juraría que no me conoce de nada”, se atrevía a intentar prohibir el resto de mis relaciones.
Si algo me ha enseñado ser tan puta es que en este cuerpo mío sólo mando yo.

Por muy bellos ojos que luzcas, muy deslumbrante que sea tu sonrisa o muy efectiva que sea tu técnica amatoria.

Cuando sus intenciones chocaron con mi muro de libertad, el envoltorio de hombre encantador resbaló hasta sus pies y dejó a la luz el macho de cabra que un gran número de varones guarda en su interior.
Desaparecieron las llamadas a media tarde, las risas, las anécdotas, los secretos compartidos y la complicidad. En resumen, desapareció. Creí, he de ser sincera, que no era más que un arrebato de crío llorón, ya los había sufrido antes. Confiaba en los buenos momentos juntos, en la paz que encontraba en nuestras citas. Pero el tiempo pasó y pasó su recuerdo.
Por una parte, agradecí la espantada, que dicen que lo bueno si es breve, dos veces bueno. Alguna vez eche de menos ciertos detalles. Pero, en general, aquel niñato había dejado un buen sabor de boca en mí y sabía que si el azar nos regalaba un tropiezo, habría sonrisas y algún abrazo falsamente inocente.
Mi sorpresa fue, que no hizo falta tropiezo, encuentro o reencuentro y El Torero volvió a mi actualidad sin ser requerido, ni mucho menos deseado. En los últimos tiempos, sufro sus interrupciones entrada la media noche. Llamadas que se extienden hasta el amanecer y que aunque cuelgue o apague el teléfono, se multiplican y me saludan a la mañana siguiente.
¡Qué pena! La que pudo ser una bonita amistad, se ve torcida por un testarudo maleducado. ¿Cómo debería reaccionar yo?, ¿Pasar página?, ¿Confiar en que se aburrirá y me dejará dormir?
Le expliqué en alguna ocasión que yo no funcionaba como ninguna amante que hubiera tenido. Puesto que no esperaba nada de él, nunca me sentiría decepcionada, engañada o utilizada. Sólo nos ofreceríamos sinceridad y buenos alimentos. Yo no le molestaría y el no se inmiscuiría en mi vida. Yo lo protegería y el me respetaría y se limitaría a devolverme el trato de igual que yo le procuraba.

Creí que había quedado claro, que estaba aceptado, firmado y asimilado. Sin embargo, no parece que sea así. Mi opinión sobre los reclamos de madrugada está muy clara y ya la conocéis, como la conocía él. ¿Qué pretende entonces? ¿Provocarme? ¿Espera que haga justicia y explique a su señora y amigos la clase de buen esposo que es? ¿Necesita que publique los e-mails, mensajes y confesiones que me hizo y guardo?
Amigas y amigos, el rencor, la venganza no repara el daño digerido, ni devuelve la paz perdida. Pero si el muchacho se empeña en ahondar en la llaga y llamarme barata a la cara, no habrá más que aclararle los puntos y temas.

¡¿Quizás ha pensado que me he pasado al gremio del taxi 24 horas o a aquel de la comida casera a domicilio?!
Qué pena… en serio. Qué pena que jueguen tan libremente con la felicidad de quienes tienen cerca sin cuestionarse ni valorar las repercusiones. Qué pena que no sepan jugar. Que no sepan perder, ni ganar.

...

2 comentarios:

  1. Eres maravillosa,me colé en tu blog, por pura y dura casualidad, pero deberías publicarlo en el ABC, si realmente, tienes esa parte masculina, esas ansias de vivir libre....no dejes que nunca te hagan cambiar, como tu dices en tu cuerpo mandas tú, sólo tienes que seguir mandando en tu mente. Un beso.

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