aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Vuelven, por Navidad.

¡Quién diría que el familiar anuncio poseía tal carga significativa...!

¿Conocéis esa sensación de quedarse helado, sin que las temperaturas desciendan demasiado?
Parece que el tiempo se hubiera detenido desde unos meses a esta parte... Ha pasado volando, ha barrido de un soplido todo cuando nos ha acontecido. Supongo que en algo influye el estado de embobe en que me encuentro. Estoy enamorada y, por una vez, es culpa de un sólo hombre. El caso es que no han corrido en mi conciencia los mismos minutos que en el reloj y de pronto ya es Navidad, como hace tan poquitos días, como todavía recuerdo a la perfección. Recuerdo el olor de los postres de mamá, recuerdo la rutina, las visitas a la familia y la familia que nos viene a visitar. Parece que fue ayer cuando preparaba la mesa, ahorraba para regalos y me erizaba la piel el miedo a recordar.

Así es la Navidad. No hay más opción que recordar.

El calendario me ha dado una ínfima tregua y, una vez más, veo desde el tren cómo el río se desborda y nos roza al pasar. Del mismo modo, me desborda la emoción porque este año es mi abuela la que se apaga, se consume como las velas que mi madre, tímidamente, coloca en el salón, a modo de decoración. Tampoco a ella le gusta estas fechas. Se vuelve a marcar el mismo reto personal: ser la más fuerte de las personas que conozco, la más positiva de las miradas tristes. Siempre esperamos que el siguiente año sea mejor, que sea más llevadero, que pase rápido y se haga ligero. El 2010 no podía ser menos. De nuevo, luces por todas partes y millones y millones de personas me impiden avanzar por las calles. De nuevo un poco más niños y un poco más viejos. No sé qué le ven a esto del Christmas Time.

Al menos hemos sobrevivido a una fase más de esta crisis, al menos, nos seguimos marcando metas y nacen nuevas ilusiones. Cuánto trabajo por hacer. Cuántas personas que perder. Cuántos amigos por descubrir. Cuántos temores que desmantelar y hogares que soñar. Pensándolo con detenimiento, este no ha sido un mal año. Si la fortuna nos ha abofeteado, con paciencia y amor hemos conseguido reponernos. Se fueron personas demasiado importantes, demasiado queridas, demasiado pronto. Cada día que pasa los recordamos, a los que murieron y a los que se volvieron mudos, sordos y ciegos.

Otros ojos han despertado para provocar sonrisas, para hacernos llorar de alegría. Muchas ideas no parecen las más idóneas al principio, tener un hijo a los 20, sin trabajo, ni idea de cómo cambiar pañales, es un ejemplo. Pero esas mismas ideas llegan a ser la mejor de las noticias si se miran desde el prisma de la razón. Que no hay más razón que la del corazón. ¡Jules, mi nuevo sobrino, nos ha devuelto la esperanza y las ganas de todo, de vivir, de concebir y de subir a un avión!

En 365 días hemos tenido el corazón en vilo por las desgracias y por los premios, por los aplausos y por la incertidumbre del mañana. Nos ha faltado el aire y nos han cubierto de besos. Y sin embargo, aún no me gusta la Navidad. Es el momento en que todo, inevitablemente, vuelve a nosotros, incluso lo que ya no esperábamos.

Hace unos días, me sorprendió un mensaje en mi correo que no deseaba y que, no obstante, veía venir.
"Felicidades, yogurina. Por todo, parece que todo te va muy bien."

Al mensaje siguieron otros y a la conversación puntual, varias ocasiones más para conversar. Como decía, ya no le esperaba. Admito que me he preguntado alguna vez cómo sería volverlo a ver, cómo reaccionaría ante su imagen, su voz o sus palabras. Ahora, cuando menos lo necesito, aprovecha cada ocasión para aparecerse en mi buzón, simplemente, para saludar. Y ya, no me hace falta...

Es una anécdota muy común, ¿verdad? Me ha visto sonreír y quiere participar de ello. Después de mucho silencio, tras haber estado tan, tan, tan lejos, ahora ya no lo quiero cerca.