aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

jueves, 6 de mayo de 2010

Segundo round!

Inesperado giro el de esta historia.
Me ha dejado en un mar de sentimientos contradictorios. No sé muy bien cómo afrontarlo, qué paso es el siguiente, ¿ser más práctica o dejarme llevar por las vísceras?

¿Hay lugar para las segundas partes entre tú y yo?

Anoche, me sentía creativa y me dispuse a pintarme las uñas de los pies... ¡el rojo levanta el ánimo! En tal tarea estaba cuando lo vi. Ahí estaba, una vez más, conectado a la red social que me devuelve su imagen de vez en cuando... cuando la nostalgia me puede... cuando necesito recordar.

Me quema el pecho, se acumulan mis fuerzas en mis manos, quiero decirle algo, preguntarle, ¿qué ha pasado?, ¿por qué tanto silencio?, ¿cómo es que me ha olvidado?... pero me puede el orgullo, me puede la razón y pienso en la gente que me rodea y me da su cariño sin dobleces, sin juegos ni medias verdades.

Pero anoche, el carmesí de mis uñas debió alimentar mi autoestima más de lo común, y lo hice. Le escribí un pequeño mensaje, tan abstracto y sincero, que dudé que lo entendiera:

¿Es tan grave?

Efectivamente, pareció no entenderme... “Dime, es tan grave, cualquier cosa que haya hecho, abrirte el corazón, ser sincera contigo, compartir algunas risas,... ¿es tan grave?”

Me temblaban las pierdas... aquel podía ser un momento decisivo entre nosotros o no. No es la primera vez que soy tan honesta con un hombre... Admito mi propensión a decir las cosas claras, aún a riesgo de jugarme el cuello, pese a poner en peligro mi dignidad. No estoy muy segura de las consecuencias de otras ocasiones, pero normalmente, no es para tanto. No supone humillación tan insoportable, no te conviertes en sapo, ni te señalan las vecinas. Declararse es, a fin de cuentas, quitarse un peso de encima, y a mí no me gusta cargar más que con lo necesario.

Esto, como todo, es jugársela. “¡El NO ya lo tienes, ánimo!” Sí, claro, pero como pica la bofetada del NO. “No, tía! ¡No lo hagas! ¡Qué vergüenza! ¿Qué será de ti si te rechaza?” Si me rechaza tendré que seguir madrugando de lunes a viernes, tendré que volver a almorzar, cenar y dormir, y, por suerte, seguiré abrazando a mi madre los fines de semana, riendo con los inventos de mi padre y soñando con unas merecidas vacaciones, los focos, los aplausos del público en el Festival de la Canción de la Mancomunidad y aquel tipo tan mono que me sonríe cada mañana en el autobús. Si me rechaza, me pintaré las uñas de los pies de rojo y si cuando ande cabizbaja, las veré y sin remedio habrá que sonreír y volver a levantar la mirada... ¡¿Os he dicho que tengo dos dedos gemelos en los pies?! No sé si una deformación o un paso más en la evolución, ¡pero una gracia sí que son!

Yo me declaré al gran orangután (así le llamaba, cariñosamente), y su contestación fue tan frustrante como esperanzadora, no dijo nada. ¡No tenía nada que decir a un precioso email, emotivo, sincero y divertido! ¡Mis amigas lloraron al leerlo! ¡Alguna me ofreció mantener relaciones! Y él... no dijo nada. Ni bueno, ni malo. Pensé al principio que quizás no lo había leído, podría haberlo perdido, po
dría estar confundido, asustado, enfadado,...

Pero, no. Según me dijo ayer, como si nada hubiese pasado, “no tenía por qué contestarte, no tengo explicaciones que darte, yo no te las he pedido a ti.”

Nada más claro y más hiriente que la mismísima realidad. A sus ojos, no había nada que explicar, nada que decir, y mis palabras eran un exceso que no me podía permitir. Vaya, de repente, te sientes vacía. ¿Qué he estado haciendo todo este tiempo?, ¿qué tanto he recordado?, ¿Qué he estado extrañando?, ¿De qué me enamoré?
Si aquella respuesta no me había devuelto lo suficiente a la realidad, acto seguido me preguntó: ¿Estás ahora con alguien? ¿Quieres... follar?

Me aclaré los ojos, ley la frase desde lejos, desde cerca... con todos los tonos que se me ocurrían. No podía ser una broma, no era momento de bromear. Me lo estaba proponiendo de aquella manera tan... ¡soez! Follar. Ni vernos, ni cenar, ni te invito al cine, ni siquiera intentó maquillarlo con un “¡te invito a una copa y hablamos!”

Follar.

Los príncipes azules pierden al desnudo, dejan de ser ideales cuando abren los hocicos y emiten esos ruidos. Follar.

Reaccioné, por fin, y le recordé las diferencias entre las mujeres a las que había frecuentado y mi forma de ser. Le recordé qué me gustaba de nuestra relación y qué no estaba dispuesta a padecer. Asegura que nada tiene por qué cambiar, pero es sincero, no se lo puedo negar, y echa mucho de menos nuestro... en fin, follar.
¿Qué se supone que debo hacer yo ahora? ¡Olvidarlo! Fácil y barata respuesta, no me sirve. No es tan sencillo. Si todos estos meses han sido eso... “eso”, merece un escarmiento. Si su propuesta de macho cabrío esconde algo más... quiero averiguarlo.

Desde el conocimiento de la verdad, todo se ve de otro color, y no es rosa. Sea como sea, es bueno despertar de letargos anuladores. Lo había idealizado, lo había coronado como LA HORMA DE MI ZAPATO, el merecedor de sentarse a la mesa con mis padres, mi compañero de viaje. Si es así, prefiero saberlo. ¡No hay mal que por bien no venga!

El segundo round puede ser mi oportunidad de rematarlo o... Con los ojos abiertos ya no me duele su frialdad, su capacidad recién estrenada para ver en mí un objeto. Quizás esta vez, aunque escueza un poquito, yo pegue más fuerte.

Se repiten tantas veces los mismos clichés, una asociación de vilipendiadas, olvidadas y ultrajadas amantes sería un poderoso lobby. A fin de cuentas, el enemigo sólo se vale de subjetivas armas y el cebo está muy claro. ¿Quiere follar? Pues lo hará y no imagina cómo ni cuánto.

Que comience el combate.


Audio: Tu frialdad. Triana.

1 comentario:

  1. ¡Vamos rubia! Haz que baje la guardia y ataca con un buen gancho de los de toda la vida... Un tipo que no entiende un mensaje tan sincero y desinteresado no se merece ser "la horma de tu zapato", ni la suela vamos!
    Anhelo impaciente el desenlace, qué ingenio te gastas...
    Muaaak =)

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