aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

martes, 18 de mayo de 2010

julia


Julia. Julia es… Julia es muy especial. Admito que tenía una idea prefabricada de ella. Afirmo este antojo en muchos aspectos, aunque con el mayor de los cariños, y, de la misma forma, algunos de mis prejuicios se diluyen al verla llegar. Al oírla hablar. Al disfrutarla y sufrirla.

La, en un principio, desconocida Julia es ahora parte indispensable de presente. Sus historias, sus miedos, cada una de sus anécdotas han colonizadon mi existencia, mi pensamiento, mis recuerdos de los días que vivimos y, por supuesto, la agenda de nuestros temas de conversación. Quizá, en todo este tiempo, no ha tenido, como yo, quien la escuchara… quien se deleitara con su sabiduría de balcón, esa que es innata, que se aprende rodeada de los tuyos, heredada de los antepasados milenarios…

Así es, Julia es pura herencia. Dentro de los parecidos razonables que encuentro entre los miembros de mi estirpe, analizando los rasgos que nos diferencian y unen, ella los reúne todos. Es CAN-TE-RA de los pies a la cabeza, de la misma forma en que Marta es AMOR. Su carácter, su simpatía, su carisma, su nobleza, su generosidad, su gusto por la familia, su sonrisa espléndida, su inocencia, su sencillez, la calidez de sus ojos. No se puede negar que viene de donde lo hace.

A Julia le ha tocado sufrir… como a todo el mundo, pero ella lo vive de una forma distinta. Supongo, aunque se esfuerce en negarlo, que soñaba con el príncipe azul desde la cuna. Un galán que llegara en cuanto antes y decidiese su destino pronto y para siempre. Esta urgencia, esa impaciencia, también es muy propia de nuestro apellido. El príncipe llegó, por supuesto. Porque basta con desearlo y ansiarlo para reconocerlo en seguida… en cualquier ser vivo que nos roce al pasar. La prisa hizo el resto. El sapo pasó a hacer las veces de amado y entró en su vida a la temprana edad de 15 años.

Lo que ha sido esta relación, todos lo saben y nadie lo imagina. Ocurre algo parecido con Julia, quien no alcanza a imaginar el rumbo que pudieron llevar sus días, pese a que ella, como nadie, fue protagonista del cuento… ¡de brujas! Y digo que lo fue, porque por fortuna, un día, o quizá un instante producto de muchas horas de reflexión, decidió cambiar su suerte y romper con las cadenas.

La pareja que se presumía para toda la vida se hundió e indignada he de decir, que no creo que él sufriera por la quiebra como lo hizo ella, cargada de decisión y coraje.

No sabría decir que les mantenía unidos. En realidad, sí. Lo de siempre, las familias, desde siempre; la costumbre, desde siempre; los planes, desde siempre… Entonces, no podría asegurar que hacía sufrir tanto a Julia. En realidad, sí. Supongo que cuando ves desmoronarse el sueño de tu infancia, quizás el único que has tenido, los compromisos, las rutinas, la seguridad, por más insegura que ésta fuera; todo tu cuerpo se desploma al ritmo que lo hace tu medio.

Tengo mi propia versión de los ocho años que Julia pasó apoyada en el balcón, como en su niñez, esperando a que llegara su Don Juan particular, aunque en este caso, lo hacía viendo partir al noble caballero hacia destinos, historias y amistades más animosas que las faldas de su fiel amante. La sabía segura, la sabía ganada, la creía tonta, sin voluntad, sin juicio ni voto.

A mis ojos, Luis no ofreció a Julia ni una sola verdad. Pero mis ojos pueden ser muy duros y mi criterio muy subjetivo. Yo, como todos, desconozco mil detalles, tantos momentos, tantos días en tantos años. Quiero pensar, desde lo más profundo de mi ser, que la quiso, que la quiso mucho y la ceguera que Julia disfrutaba era resultado del cortejo ideal, de un platónico romance plagado de detalles, regalos y besos. Quiero creerlo… y no quiero aventurarme a valorarlo.

Es el destino, ese que está escrito, el mismo que se escribe cada día, con cada paso que damos, en cada una de nuestras decisiones, en todas las palabras que pronunciamos y las lágrimas que derramamos. Julia, como Marta, como todas; llegada la primavera, arrancó las siguientes páginas del libro de su vida y se dispuso a improvisar. Sin duda, la vida puede escribirse en cualquier superficie, ¡lo que tengas a mano! Una servilleta en un bar, un e-mail, una canción que suena una y otra vez, sin llegarse a aborrecer, un contrato al romperse, una puerta al abrirse, una noche bailando sin parar y sin fin.

Dije que Julia es herencia y lo es desde que fue concebida, pero ahora, Julia también es Libertad. Quizá, no plena, tal vez, no igual a todas las libertades; pero la desea, la pelea a su manera y la exprime mientras puede, no importa la medida en la que la posea. Hay tantas ganas de vida en Julia y Marta. Junto a ellas me siento… casi vieja.


Audio: Colgando en tus manos. Carlos Baute&Marta Sánchez
Audio: Aquella. María Jiménez&Manuel Lombo

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