aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

martes, 18 de mayo de 2010

Estado Civil: INFIEL


El que se fue sin ser despedido, vuelve sin previo aviso, petición o llamamiento.

Hombres, quién los aguanta. Si a la desdicha en sí de haber nacido en aquel bando de la humanidad se le suma el compromiso adquirido, la situación se complica y ellos se vuelven aún más insufribles.

He conocido a varios hombres comprometidos en mi vida, o tres. Cada uno en su estilo y norma, pero todos igualmente posesivos e injustos. Cuando digo comprometidos, me refiero realmente a un compromiso de peso y cierta importancia… peso en consonancia con la edad de los hijos; importancia, según la popularidad del susodicho y las posibilidades de arruinarse la vida que éste tenga. Comprometidos, sí, aunque no demasiado convencidos.

Todos ellos eran jóvenes, incluso demasiado, todos ellos presumían de una idílica existencia adornada con todos los elementos posibles: buena posición social y económica, poder, atractivo de cualquier índole, maravillosa esposa y encorsetado contexto familiar.

El primero de ellos, Lucas, apareció un fin de semana cualquiera. No recuerdo demasiado de aquel encuentro… todas hemos tenido noches de nebulosa y abstracción. La gracia es que no fue una cita aislada, por el contrario, se repitió y para ello, mi amante cruzó el estrecho varias veces. La aventura, que acepté desde el principio con todos sus inconvenientes, dejó de ser divertida cuando él creyó que podíamos mantener el contacto vía telefónica entre idas y venidas. Entiendo que por entonces mi impresión de lo concebible o no en este tipo de amistades era muy distinta a la actual. Para mí, aquellas llamadas para “hablar de nuestras cosas” estaban más cerca de significar una tomadura de pelo que un halago. ¿Cómo podía querer tener algún tipo de relación permanente siendo un hombre casado? ¿Acaso no pensaba en ella, en sus hijos? ¿En qué lugar quedaba la lealtad, el respeto, la mínima honestidad?

Sí, cierto es que no dije NO a la faceta sexual de nuestra breve historia, pero el sexo, entonces y ahora, sólo es sexo según se plantee. La segunda llamada de Lucas a horas intempestivas (las cinco de la tarde) y con el único afán de “charlar” supuso el fin del idilio.

Ser infiel, dentro o fuera de una unión por escrito conlleva ciertos riesgos, y ellos en demasiadas ocasiones están dispuestos a correrlos. Al principio pensaba que sólo sería así hasta que obtuviesen lo que desean. ¿Sabéis de qué hablo, verdad? Quiero decir, hemos crecido con la creencia arraigada de que lo único que ellos persiguen es… eso, a cualquier precio y por encima de todo. Tanto es así que la situación se torna inquietante si no es sólo eso lo que se traen entre manos.

Como digo, mi concepción de lo plausible y no, de lo permisible y viable dentro de una relación ha ido variando con el paso del tiempo y las experiencias adquiridas.

Acepté, de esa forma, que lo que más me apetecía con cualquier varón era su amistad. No soy yo de enemistarme de gratuito, será que mi padre me repite demasiado aquello de que los amigos hemos de tenerlos incluso en el infierno. El caso es que opté por no pedir o esperar más de lo que ellos, por defecto o naturaleza, pueden dar. Eso. Pero si el sexo se adereza con buen rollo y confianza, puede dar lugar a una amistad simpática, un colega nunca está de más. Es mi apuesta y no me ha ido mal.

Nunca sabe una cuando necesitará una mano amiga, un apoyo, un contacto o ¡un enchufe! ¿Quién dice que éste no pueda proceder de alguna que otra sesión de cama? No defiendo el sexo interesado o con segundas intenciones, sólo digo que es mucho más fructífero ofrecer y ganar la amistad de un hombre, que luchar por su amor y chocar con sus defectos, sus complejos, su mujer y su descendencia.

El segundo de los hombres casados que conocí fue el ya conocido Salvador. Aquel que se acercó y acerca a mí con la intención de protegerme y, de paso, cumplir ciertas fantasías que su estricta monotonía no le permite. La vida de este señor no debe ser fácil. Siempre posando, siempre fingiendo, siempre sobre interpretando… ¡vaya! Es lo más parecido a una actriz porno que he conocido entre los hombres. Y pese a eso y a todo lo demás, valoro su amistad e incluso he tratado de protegerla, intentando convencerle de lo valioso de esa relación, por encima de los besos robados en el ascensor. Todo es en vano. Tengamos presentes el “eso”. Es inevitable caer en la trampa. Cuán desdichados son.

El tercero de la lista, resulta ser el último, si bien tal condición no lo alza como el definitivo. Pues no ha merecido tal etiqueta, ni ha hecho nada para lograrla, ni yo misma cierro puerta alguna a la aventura. Mucho menos por un niño engreído y simplón, incapaz de encontrar aliciente alguno en su vida y relación, más que el de casarse. ¡Ese es el fallo! Pensar que la pareja gana o se enriquece mediante la firma de un contrato laboral sin derecho a subsidio. ¡Ese es el fallo! Dejar en manos de la ligadura pública la supervivencia de lo que, en muchos casos, está muerto, incinerado y aventado.

A este lo conocían mis amigas como El Torero, supongo que por su porte, su hechura, su atractivo y su chulería. El Torero. Le viene grande el apodo. A sus 29, ya había atado todos los cabos posibles. No quedaba lugar para la incertidumbre o la inquietud en su vida: buena posición, carrera profesional en pleno desarrollo, poder, inmejorable posición económica, mujer e hija. ¿Qué más se puede pedir? Supongo que es cuanto todos y todas queremos. Despertar cada día en un regazo de tranquilidad, dicha y sosiego. Yo, como imaginaréis, me ahorraría el paso por la vicaría y por el paritorio. Pero si, mi Torero tenía todo lo deseable y en consecuencia, se aburría.

Definitivamente, debo parecer a simple vista un videojuego. A entretenida y amena no me gana nadie, El Torero lo leyó en mis ojos una noche de verano, hace ya casi un año, decidió jugar y lo está haciendo. Estoy deseando contaros cómo...


Audio: Corazón Loco. Bebo y El Cigala.

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