aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

martes, 10 de agosto de 2010

Repitiendo esquemas. Antecedentes, 2ª Parte.


Me está costando escribir más de lo que imaginé. No me faltan las ideas, los recuerdos, ni mucho menos, los recursos. Es que había olvidado la condición cíclica de la historia y esa característica suya capaz de devolvernos experiencias pasadas con nuevos nombres, nuevas palabras y nuevas caras.

El verano está siendo maravilloso aunque las vacaciones brillen por su escasez. Los momentos de descanso me recuerdan la buena gente que me rodea, la suerte que gasto de tenerlos y disfrutarlos. Los tímidos planes que empezamos a hacer, las aventuras épicas que deseamos correr, los sueños que se cumplen sin avisar, las espinitas que se desprenden de la piel, sin esfuerzo, por su propio peso, por su insignificante peso.

Pero es inevitable, no conozco ser humano que viaje sin equipaje en este crucero. Todos cargan su maleta, su mochila, siquiera un neceser. Todos arrastran pasado o presente, aquello de lo que no se libraron, aquello que aferran con fuerza al alma. Los rencores o los miedos, las inseguridades, la soledad o la verdad a gritos. Y no dispongo de la fuerza suficiente para acallarlos, anularlos, exterminarlos o largarlos a algún lugar lejano de la Antártida.

Tenemos derecho a escribir, a leer, a sentir y opinar. Tenemos derecho a inmiscuirnos, a intentarlo, a gastar la última bala. Tenemos derecho, porque no hay jurisprudencia que lo contemple ni regule. Y no hay más remedio y salida que bañarnos es un buen aceite aromático, uno fabricado de certezas, de hechos y su peso, de nuevo; para que todo resbale, hasta abajo, a la altura de los pies, donde es más fácil dar un pisotón.
 
Me estaba costando escribir, hasta que me lo he propuesto. Como todo, acabar con fantasmas del presente o del pasado, es cuestión de valor y determinación. Voy a buscar algo de eso dentro de mí y seguiré haciendo lo que hasta ahora, meter la pata, diciendo todo lo que se me pasa por la cabeza, por irreverente que sea, voy a seguir con mis formas, sin adornos, sin sobreactuaciones, ni disfraces, ni complementos. Sin excesos, aún no necesito gritarlo, para que quede claro, no necesito auto-confirmarme, no necesito espantar temores. No puedo más que caminar desde estos andares, en estos zapatos, de tu mano, con mi bagaje personal y mi billete hacia delante.  

La cuestionada y por todos valorada relación con Juan Antonio me devolvió recuerdos de las formas y contenidos propios de los amores consolidados o, al menos, de los duraderos. Esos que me hacen temblar, por muchas razones. Ya lo he dicho, se remonta a algunos años atrás mi última experiencia con los formalismos. Fue tan ajetreada,  que ni ganas me quedaron de repetirla. Supongo que, como decía más arriba, lo inevitable cae por su propio peso.

Fran, el que iba a ser el padre de mis hijos y yo nos distanciamos poco a poco con la llegada de Clemente a mi agenda. Aquel chico sencillo y simpático, se presentó ante mí denominándose PIZZERO. Un desayuno, un paseo y una primitiva a medias después, ya imaginábamos mejores azares.

 “Si nos toca, ¡dejas a tu novio y te vienes conmigo al Caribe!”

Esa misma tarde descubrí que Clemente no era exactamente pizzero, sino el heredero de todo un emporio de restaurantes italianos de sugerente carta y altos precios.  A su naturalidad y humildad, se sumaba su facilidad para idear planes divertidos.

De repente, no me costaba nada salir de mi habitación y su oscuridad, saltar a la calle y dejarme llevar por la noche, por Clemente, sus amigos, sus conocidos, sus fiestas eternas, sus entradas triunfales en cualquier lugar, las miradas de otras, los reclamos. Todo el mundo conocía a Clemente. Clemente podía hacer y deshacer a su antojo. Podía elegir a cualquier otra, gastar cuanto quisiera, Clemente era joven, guapo y rico... y mío.

Seis meses después, mi cabeza era un pisto de nombres, vidas y rutinas paralelas. Clemente conocía la existencia de Fran y aceptaba resignado el papel que le había tocado desempeñar. Fran, por el contrario, no era tan consciente de mi doble existencia y todo lo que ella me reportaba. A los desacuerdos con Clemente le seguían arrebatos de crueldad, con infidelidades incluidas. Ser infiel al otro con otros es toda una paradoja. Creo que durante aquel tiempo sufrí trastorno de personalidad, bipolaridad e ¡incluso agujetas!

Por todos los medios intenté cuidar a Fran, que no notara nada, en pro de no crearle un solo instante de sufrimiento. Él no podía dedicarme más tiempo y yo necesitaba seguir experimentando. Llegué a creer mis propias razones frente a las reprimendas de mis amigos,

“Clemente es el antídoto para la distancia que me separa de Fran. Sin él, andaríamos a la gresca a diario. El sexo sólo es una actividad física y todos los demás... todos los demás no me importan, no son tantos, no recuerdo sus nombres, no volveré a verlos.”

Siempre tuve una imaginación revoltosa y facilidad para lanzar pelotas fuera. No estoy muy segura, pero creo que realmente creía mis excusas. Yo no diría que fui una zorra. Simplificar a ese nivel es primario, es facilón, es pueril, es cobarde. Diría que sobreviví, fui una superviviente, una luchadora emocional. Quería a Fran. No merecía sufrir y, ya sabéis, no le guardo ningún tipo de rencor.

Era una situación insostenible. Una mina a punto de estallar y a mí me faltaban soluciones para reducir los daños colaterales.

Creo que era abril o mayo de 2007, rompí ambos lazos. Retengo borrosos los detalles de aquellos días. Me parece que intenté agilizar la tortura, imagino que intenté matizar sufrimientos, sé que no le dije la verdad a Fran en un intento de hacer realidad aquello de que ojos que no ven... Sé que fue amargo.  Cierto es que estaba cansada. Vivía atormentada. Di el paso segura.

Mi intención era evaluar el desastre, someter a estudio los niveles de contaminación de mi cuerpo, ¡en sentido figurado, vaya! ¿Hasta dónde habían calado las mentiras?, ¿Qué proporción de mi corazón tenía salvación?, ¿Quedaba algo de amor entre nosotros, entre cualquiera de nosotros?


Audio: Cómo hablar. AMARAL.

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