aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

jueves, 19 de agosto de 2010

Antecedentes 3ª Parte. Recoges lo que siembras



Las rupturas con Fran y Clemente debían procurarme la paz necesaria para vislumbrar algo de razón entre tanta locura. Sin embargo, las circunstancias precipitaron los acontecimientos.

Descubrí que alguna de mis amigas era actriz a tiempo completo y durante 5 años, que se dice pronto, había tramado, trazado y urdido un maléfico plan para... aún no sé para qué. Cuando la verdad se pavonea frente a tus ojos y tú no eres capaz de verla, corres el peligro de que la verdad se convierta en tigre y te devore. En mi caso, fue así. Me propinó zarpazo tal, que dejó parte importante de mi confianza, mi autoestima y mi espíritu por los suelos.

No sólo los hombres son infieles. También nosotras podemos desplegar crueldad y sadismo en grandes dosis ante los corazones ajenos. Aquella amiga, quien fue mucho más que una compañera y cómplice de travesuras, debió reproducir dentro de sí, mucho veneno y muchos fantasmas que inyectó lento y constante en mis venas. Me alegro cada día de haber descubierto la verdad, por dura que fuera entonces, por lágrimas que derramara, por estúpida que me hiciera sentir.

A la bofetada inesperada siguió la enfermedad y muerte de mi abuela.

Mi abuela, la alegría de su calle. Mi abuela, la locura de mi casa. Mi abuela inolvidable y ausente en su borrosa mente, en su mirada perdida, sus juegos, sus ocurrencias, sus desaciertos, su sonrisa torpe, inocente. Mi abuela, inalcanzable cuando el Alzheimer se la llevó lejos. Mi abuela aguda, traviesa, fantástica. Ya no callaba nada por miedo a molestar. Gritaba fuerte y se reía con cada picardía que inventaba. Mi madre se sonrojaba y yo me sentía orgullosa de aquella mujer, injustamente envejecida por el olvido.

“Charito, estás fatal de la cabeza”- le decía a carcajadas, con los ojos llenos de lágrimas.
“¡Y es verdad! ¡Estoy loca de remate!”- Me respondía, sin reparos.

Mi abuela dejó tanto vacío. Dejó tanta soledad en casa. Dejó tantos momentos que recordar, por los que reír y llorar.

Cuando mi abuela empeoró, yo estaba algo lejos de casa. Siento tanto no haber podido dedicarle más tiempo... En mi lugar, Fran adquirió el papel de hijo ejemplar y acompañó a mi madre en cada noche de hospital, en cada día, con sus interminables horas. Nunca se lo agradecí lo suficiente.

Me conmovió tanto, me devolvió la fe a raudales en todo lo que fuimos y dejé marchitar. En poco tiempo, retomamos el intenso cariño que creí que guardábamos. Lo creo, porque no estoy segura. Los secretos y verdades a medias se extendieron demasiado entre nosotros. Ahora, con el tiempo de barrera, no logro enfocar la realidad de aquellos días. No podría afirmar nada. Si me quiso y lo perdí, si me perdió y huí. Si nos quisimos y desgastamos o quizá sólo se rompió el amor... de tanto usarlo.

A grandes rasgos, lo que ocurrió durante mis ausencias y mis días deseosa de libertad fue que Fran, cariñoso, atento, maduro e inocente, cordial, solidario y generoso; conoció a otras personas. Otras chicas llegaron a su vida y alguna de ellas le prestó el hombro en el que necesitaba apoyarse. Se lo agradezco. La distancia me permite ver cuánto daño hice, cuánto necesitó a aquella niña. No conozco demasiado de ella, aunque, haciendo gala del sexto sentido de bruja que despilfarro, me hago una idea de lo que representaron el uno para el otro. Fran me devolvió el daño. Administró la misma medicina, exacta, a la relación, aunque admito que la mejoró añadiendo a los cuernos un plus de la publicidad. Para todos, en mi remoto pueblo, ella era su novia y yo... yo debía andar por algún paraje lejano de la Patagonia.

Este orgullo mío vilipendiado, sacudido y desnudo en medio de la ruralidad. Esta vanidad y el savoir faire pisoteado, barrido y olvidado. ¿Dónde queda la inteligencia adquirida durante tantos años de enseñanza superior? ¿Dónde la evolución de la humanidad en materia de estar y transcurrir? ¿Era necesario pasearse por el medio del campo de la mano de... otra? ¿Castigo justo, ensañamiento o absoluta falta de sensibilidad gástrica?

Me di por aludida, por ajusticiada y reducida.

Lloré durante dos semanas, día y noche. Sin descanso. Sin respiro. Sin sentido. Durante dos semanas, caía en mi cama, cada atardecer, rodeada de nuestras fotos. Necesitaba oírle y rogarle.  Era preciso explicarle que no me importaba su engaño, que yo lo había hecho durante mucho tiempo y él estaba por encima de todos los demás. Quería advertirle de que otros no importaban, que estaba perdonado, que entendía su venganza, que le quería, que le amaba y lo necesitaba... Cada atardecer, durante dos semanas, el llanto me sumía en el sueño y la mañana me sorprendía vestida, llorosa, dolorida y perdida en mi cama, con nuestras fotos coronando mi cabeza, con la única compañía de un ferviente deseo: “dime que todo ha sido un sueño”

Realmente, sufrí. Era lo lógico. Era lo propio. No podía ser de otra manera.

A lo largo de algunos meses, no quise volver a nuestras calles, nuestros lugares y momentos juntos. Durante muchos días, viví atormentada por las miradas de los demás, por los comentarios, por esa sensación de exposición que significa la vergüenza. Algo así a una lapidación en directo.

La historia entre Fran, la otra y yo se complicó a medida que él se empeñaba en cambiar de brazos, cada cierto tiempo. Efectivamente. Era diciembre del 2007 cuando Fran determinó que no existía arreglo para aquel entuerto y me dejó. Luego, abril del 2008, Fran decidió que no soportaba vivir sin mí. Y, después, julio del mismo año y no podía vivir conmigo. Tuvo que llegar septiembre para que de nuevo Fran cambiara de opinión y viniera en mi búsqueda y captura.

Siento ser recurrente, pero debo dar las gracias, una vez más, al tiempo, que todo lo cura (según en qué lo emplees), por permitirme rememorar aquellos tiempos sufridos y agotadores como una ilustradora experiencia.

Sus idas y venidas se aderezaban con mis otros amores y los ataques de furia de la tercera en cuestión. ¡Todo un circo! ¡Toda una sensación!

Dicen que a la tercera va la vencida, se entiende, si te apetece y te ves con fuerzas. La segunda vez que Fran me expuso sus dudas, julio del 2008, no le dejé terminar la frase. La demente que duerme en mí gritó, pataleó, le insultó y golpeó. Someterme, por segunda vez, a la humillación anterior no entraba en mi receta de una vida saludable. Recuerdo que pasamos juntos y encamados, inexplicablemente, los tres días siguientes. Es posible que necesitáramos despedirnos. Para mí era una despedida. Para él, un hasta luego.

Cuando algunos días después, el 21 de septiembre, para ser más exactos, Fran quiso que volviéramos a hablar, yo comencé a temblar de miedo. No se me ocurría forma más masoquista de comenzar el otoño. Mientras duró la tortura de las infidelidades, el ahora tú, ahora la otra, ahora una más, no sólo la incertidumbre hería, también lo hacía la cojonera de la chica, que empeñada en que yo tiraba la primera piedra, se veía capaz de lanzarme gritos desde su coche, hacer bromas en torno a mí e inventar chistes a mi costa. Ya era suficientemente desorientador tener un novio o no-novio inseguro, como para tener que lidiar también con su mascota temporal. Mi prima me aconsejaba: “¡Ve! A ver qué quiere... a ver qué inventa ahora”.

Nunca creí que sería capaz de algo así, me creáis o no, pero aquella noche en que la ocasión, calva y empapada de lluvia, se dio, acepté escuchar a Fran, por última vez. Escucharle y hacerme con las armas que me propinaran la libertad absoluta, las herramientas necesarias para callar a la pueblerina infeliz que me atosigaba y al resto de sus amigas, los instrumentos idóneos para limpiar mi imagen, acabar con los monstruos y enterrarlos bien hondos. Aquella noche acepté escuchar a Fran grabadora en mano...

Ups! ¡Qué tarde se me hace! Un poco de paciencia, por favor. Más, mucho más, en próximas entregas. 

2 comentarios:

  1. Muy mal dejarnos asi... Rubia... tu vida es pa publicarla...



    aishhh te hecho algo de menos

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