aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

lunes, 23 de agosto de 2010

Antecedentes 4ª Parte. Lavando trapos.

Me temblaba el pulso al pensar en lo que aquella noche podría conseguir, las cosas que Fran llegaría a decir y yo podría captar. Las consecuencias que tendrían mis actos y los suyos. Recuerdo que diluviaba y le esperé en mi coche, con el teléfono móvil preparado. “Multimedia”, “Grabadora” y aquel botón rojo, parpadeando, esperando a mi decisión. Qué hacer con su testimonio, era una cuestión que aún no había definido. ¿Tomar la revancha?, ¿devolverle cada momento de dolor?, ¿dañarla a ella? Pero ¿así? ¿De manera tan gratuita, sin previo aviso, espontáneamente?

¿Acaso yo necesitaba pisotearlos?

Había sobrevivido a la guerra de las rupturas, las infidelidades y las humillaciones públicas. Mi corazón y mi coraza se habían regenerado en tiempo record. Volvía a caminar tranquila, seguía amando libre, esperaba que los días se llevaran sus nombres y las sombras de los hechos. Yo no quería herir a nadie. Yo sólo quería vivir en paz. 

Pero este no es un cuento de los Grimm y los designios divinos, por lo normal, tampoco son justos. Más me valía hacerme con las cartas necesarias para, sencilla y llanamente, REPELER MOSCAS, CALLAR BOCAS, TIRAR BASURAS y, por supuesto, ALZARME VENCEDORA.

Es necesario aclarar en qué punto reside la victoria, porque, con los años, nuevas circunstancias y personajes se sucedieron en mi vida, hoy vuelven a hacerlo; y la realidad, en mis ojos, también es la misma. Me dicen mis amigos: “Lucha por él, acaba con esa zorra. Machácala. Dile que no quieres que vuelva a verla. Prohíbele hablar con ella. ¡Pelea, pelea, pelea!”

Pero no quiero pelear. Nunca lo hice. ¿Pelear por un hombre? ¿Acaso es un trofeo? ¿Quizás puedo convencerlo de que mi amor es el más conveniente, de que es más feliz a mi lado? No hay que persuadir a nadie de algo así. Convertirlo a mi religión, atarlo a mi relación, condenarlo a mi futuro. Pelear por él, como se pelea por una medalla o por un reino. Pelear por un corazón. Músculo que por sí sólo decide y experimenta. Órgano maduro, independiente y espontáneo que, por su naturaleza, no atiende a razones, reflexiones, ni artimañas. Convencerle o eliminar a la competencia, como si así pudiera hacerle olvidar.

Si me quiere, lo sabe, lo siente, no puede evitarlo. Si la quiere, la querrá aun si lo raptara y llevara muy lejos, incluso rociando de ácido su recuerdo. Si su voluntad es estar aquí o allí, sólo él puede saberlo, sólo él debe elegirlo y yo y ella... no podremos más que acatar esta regla.

Nunca peleé por él y no es un orgullo. No hay sentido en tal pelea. Le expliqué e intenté comprender, le lloré y extrañé y aprendí a vivir sin él. Porque no pude concebir, ni concibo, la mínima duda en cuanto a lo que late. Me he planteado mil veces la conveniencia de las relaciones, lo justo o no de los comportamientos, lo sano de las entregas y sacrificios personales, pero no dudo cuando quiero, ni de cómo lo hago. Porque, una vez más, se sabe, se siente, no se puede evitar.

Lo sensato era hacerse cargo de la verdad. Fran ya no me amaba, había rehecho su vida... pero, ¿Por qué ese empeño en volver y revolver, en explicar y reexplicar, en prometer y pedir perdón, en culpar a otros y eludir responsabilidades? Fran salió y entró en mi lista de asuntos por resolver muchas más veces de las que quise. La otra, no llegó a salir.

Cuando una pareja perece como tal, los daños por ambas partes son lo suficientemente terribles para marcar la memoria por algunos años. No hay necesidad alguna de incluir a terceras personas, sus impresiones, sus inquietudes, sus conflictos y perspectivas. Es algo así como rizar el rizo, como ahondar en la herida, como revolver excremento y disfrutar con ello. Mucho más si se hace de manera torpe, ignorante y atrevida.

Lo cierto es que lo que aquella noche me disponía a grabar no me serviría para perjudicar a Fran. La prueba irrefutable que me regalaban  valdría para derrocar de una vez al imperio de la injuria a todo aquel y toda aquella que se atreviera a decir que YO perseguía a Fran, que YO sometía a Fran, que YO retenía a Fran, que YO insultaba gratuitamente a todo el mundo, que YO, VÍBORA DEL DEMONIO, me encargaba de sembrar dolor y separar a los enamorados.

Fran no me decepcionó. Conforme entró en el coche, rompió a llorar y me dijo: "Te quiero. Te quiero y muchas cosas más. Te quiero y  siempre lo he hecho. Te quiero y no quiero renunciar a ti. Te quiero y he entendido, por fin, que hay cosas por las que merece la pena renunciar a otras. Te quiero y me separaré de mis amigos. Te quiero y si ella no me hubiera reclamado, yo jamás la habría aceptado. Te quiero y, si tu no me quieres, me valdrá tu amistad. Te quiero, pero si me rechazas, volveré a sus brazos, porque yo no puedo estar sólo.  Te quiero, pese a que lo he hecho muy mal, te quiero y cuanto te digo es verdad".

Sin lugar a dudas, mentía a la misma velocidad  a la que hablaba. El porcentaje de embustes era proporcional al de sus lágrimas. Cuántas locuras dijo en aquellas horas. No estoy segura de que no supiera que mi teléfono recogía cada una de sus palabras. Él hablaba, la grabadora grababa y yo me estremecía al pensar en su desvergüenza, en su atrevimiento, en su frialdad y falta absoluta de sentimientos. Apostaba y apuesto, que sus argumentos eran idénticos cuando se dirigía a ella. Seguramente, yo le asediaba, yo le buscaba, yo despertaba su pena...

El hombre y ese turbio espacio de su mente en que crea y destruye a la par. Fran se perdió en el maremágnum de faldas y el papel de hombre liberado le quedó grande. Días después, ella volvió a dirigirse a mí entre insultos y maldiciones. Sin ánimo para discutir, llamé a Fran y expresé mi sentencia: “Tú me metiste en este desbarajuste y tú me vas a sacar. Olvídame para siempre, Fran, olvídame, no vuelvas a acercarte a mí, a hablar de mí o pensar en mí en los días que te queden de vida.”

Siempre fui de dramaturgia cotidiana. No lo puedo evitar.

Mientras alejaba el teléfono de mi oreja, oía su voz, gritándome “...pero yo te quiero, yo te quiero...” Realmente, mantengo la duda.

Acto seguido, envié por email las piezas de nuestra conversación, aquella noche del principio del otoño, aquella noche de lluvia y confesión. Creo que las escuchó, desconozco el efecto que causaron entre ellos dos. Lo que sé es que no hubieron más declaraciones de folletín, ni más reproches, ni más molestias, ni más enfados.  

Las grabaciones quedan a buen recaudo en la memoria de mi teléfono, junto con los mensajes que apoyan estas palabras, ¡nunca se sabe! El recuerdo del tiempo juntos y felices, queda en muchas fotografías, en sus cajones y en mis anécdotas, las que mantengo con cariño. Lo que perdí o se llevaron ya no es mío, lo que dolió, todo lo que me hizo daño, debió diluirse en otras lluvias, lo arrastraría esta brisa, lo incinerarían otros besos, lo callaron tantas risas...


Audio: A buena hora. Sergio Dalma.

2 comentarios:

  1. um... vaya!
    Amigo o amiga Anónimo... tienes razón, como un santo en CASI todo. Si me dijeras tu nombre, todo sería más fácil. Es tu opción. Muy respetable.

    Supongo que si no terminas de leer las entradas es porque te aburres o no te interesan, me alegra que hayas encontrado en ésta algún aliciente.

    Confío en aquello que hayas leído para explicarte que mi intención al escribir aquí, no es la de dar vueltas al mismo ruedo una y otra vez, remover historias pasadas con el afán de herir o extraer despechos interiores. Lo que podéis leer aquí es real y variado, muuuuy variado. Hay otras relaciones pasadas publicadas, no soy ni mucho menos recurrente.

    El tema Fran y "Ella" (respetar la intimidad e identidad de los demás es mi condición sinequanone) venía a colación de otra historia, una historia actual que vengo contando desde hace algún tiempo.

    No tengo por qué obviar u olvidar algo que ha sido parte de mí, de mi vida y mis sentimientos durante mucho tiempo (fue una larga relación), y de lo cual aprendí TANTO.

    Agradezco tu colaboración, supongo que hablas desde el conocimiento, pero no hay más verdad que la que te expongo. De los errores pasados aprendo, por ellos hoy soy quién soy, no hay razón para borrarlos, aunque sí para obviar las identidades, no es menester hacer más daño.

    Un saludo.

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  2. Si que tienes peligro tú con un móvil... cuán valiosa es la verdad, y qué poco se le valora.

    Un beso bella

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