aviso al lector

Cada una de las historias y anécdotas que encontrará en este blog son producto de una mente perversa y sobre-dopada. Los lugares, como los nombres o las expresiones son ficticios y ningún parecido con la realidad debe ser tomado en cuenta.

Si, bajo su propia responsabilidad y criterio, decide creerlas, ... ¡eso que se lleva!

domingo, 24 de abril de 2011

.. ahí va la cabra, tira que te tira al monte ..


¡No lo he podido evitar!
Me gusta escribir y leerme y releerme y descubrirme y reírme de mi misma en cada palabra, pero sobre todo, necesito la terapia que todo esto me supone. Sacar del pozo lo que pesa o, sencillamente, pasar lista a todos los tornillos para asegurarme que ninguno falta. Revisar cada sentimiento, para lavarles la cara y dejarlos listos para el día de mañana.

No me he podido resistir, y aquí estoy de nuevo. Que ni las sombras, ni los fantasmas, ni los traspiés, ni siquiera la madurez convierten a la cabra en pez para alejarla del monte.

Al instinto primario que me empuja a escribir, se unen las nuevas lectoras, experimentadas y sinceras, positivas y geniales. Esas que se confiesan atrapadas por una mera anécdota vital, aquellas que rompen a carcajadas e incrédulas exclaman: 
¡No me lo puedo creer!

¿Cómo no volver al teclado habiéndolas visto disfrutar con esta nimiedad? Si no me cuesta nada, si me hace tan feliz.

Durante todo este tiempo, un año, mal contado, me he descubierto en otros aspectos, distintos a los habituales. He resultado ser cobarde ante algunos precipicios y débil ante el sufrimiento del prójimo. Me he visto obligada a admitir que no soy buena amiga, ni esposa, ni amante, ni hija, ni conocida. He cometido excesivos errores este año. Tal vez esa vergüenza es la que me impidió tantos días dar la cara.

Limé mi carácter y mis más arraigadas manías ante la posibilidad de chocar con demasiada fuerza con el muro del genio de Juan Antonio. Que ni mis formas, ni estas leyes mías sobre la humanidad, la igualdad y las diferencias me han hecho más favor que proveerme de prejuicios y palabrería. Durante estos meses, en algunos momentos, llegué a pensar que Juan Antonio había cambiado lo más esencial de mi esencia. Que me había reducido a la figura de una dócil esclava. Ahora, con el tiempo como prisma, y los ejemplos, como inspiración, veo más que claros los errores cometidos en el pasado y su naturaleza: Soy una cobarde. Una enorme, vil y vulgar cobarde. El miedo a tantas cosas es mi guía, mi bandera y mi yugo. He sido injusta y cruel con quienes me quisieron y ya no más, he esquivado responsabilidades y eludido castigos con excusas, con razones y sin ellas.

Caen a mí alrededor figuras amigas y se disipan nebulosas de amistad. Lo peor es que sólo algunas me pesan. Las que no, ni las miento. Me siento impotente por la perdida de amigos. Algunos se fueron de la tierra, otros se quedaron en el cielo. Me duele no tener para ellos un remedio. No contar con pócimas que devuelvan a la vida y maquinas que detengan el tiempo. No se me da bien fingir, aunque pueda parecer lo contrario. No se me da bien herir y no tengo la menor intención de infringir daños.

Se me fue de las manos el dolor. No soporté tanto mal en los ojos de Ella… y dejé que pasara el tiempo. Todo lo dejé en manos del tiempo. Pero el tiempo sólo a nosotras se nos llevó.

Los echo de menos, nunca fueron míos, sin embargo, los extraño. Pobre de mí.

Me queda tanto que aprender… tanto que caminar. Quisiera ser como ella, como mamá, en los pequeños detalles y en los grandes gestos. Ella nunca se apartaría de las obligaciones, morales o no. Ella nunca olvida una fecha. Ella rezuma comprensión, paciencia y cariño y siempre tiene lista la otra mejilla.

Me reitero: no soy siquiera buena compañía. En momentos de despecho, he hablado mal de mis amigas, de mis confidentes, mis hermanas y maestras. Hablé desde el despecho y desde la envidia. Envidia de no tenerlas cerca, rencor por verlas perdidas. Ahora me siento agradecida, porque esas cosas nuestras se arreglan con la misma sinceridad con que se estropean. Porque había, aunque no lo parezca, mucho amor tras los reproches, mucho anhelo de su compañía.

Me hago mayor, aprendo de mis errores grandes lecciones de sabiduría y esta cabra, ahí va, camina que te camina, hacia el monte del que proviene. Cada cual del suyo, cada cual en su forma. No lo hemos de olvidar.

No me cambio por nadie y no acepto juicios públicos sin pruebas ni cuerpo del delito. No admito insultos de quienes sólo me han visto pasar y si se atreven, cuanto digan, por su peso caerá.

Que soy muchas cosas y sólo algunas buenas. Que merezco escarmientos y regañinas y por suerte tengo quien me aleccione desde el saber y la soberanía. Que soy humana y no es excusa. Que quiero seguir para adelante, vivir, vivir y vivir, con tantos defectos, tanta carga y tanta culpa. Ya me hago yo fuerte a mi manera, ya remonto yo sola mi ladera.









lunes, 18 de abril de 2011

te quiero

Parece que fue ayer y desde entonces, ha pasado tanto..

Tantos días, repletos de horas, de instantes y anécdotas, buenas y malas, tuyas, mías y nuestras.

No te tomé en serio y no creí en nada de lo que pudieras ofrecerme.
No me dejaba llevar por el deseo, ni por la inapetencia, ni por las sinergias, ni mucho menos por las casualidades. Y ha pasado un año.

No me calabas, no me llenabas, no me convencías, ni te creía. Eramos distintos, como ahora.
No confiabas en mi, ni yo en tus ojos. No tenías valor para tocarme ni yo para dejarte hacerlo..
..y ha pasado un año y muchas cosas más.

Sólo me divertía, sólo intentaba escapar y alejarme de lo que ya nada me ofrecía y te encontré o tropezamos. Y me enamoré o nos suicidamos.

Parece mentira que hayamos olvidado todo lo anterior. Que un vendaval haya barrido con algunos miedos, para dejar paso a otros, que se haya llevado recuerdos de todas las naturalezas y orígenes y sólo estés tú.

Hoy no es nuestro mejor día, después de muchos días malos en un año.
No es el mejor día, pero no es el último.
Nos queda mucho que discutir, muchas diferencias nuevas que encontrar y otras que reforzar.
Que la vida no es rosa, ni el amor carece de espinas.
Que los cariños se notan en otras cosas y no me resigno a hacer caso de lo que digan.
Que no somos perfectos, pero así más me gustas, más te me apeteces, en tantas cosas.
Mucho calor, mucho aroma a nosotros. Mucho por venir. Tantos años más.

lunes, 14 de febrero de 2011

Gente

Una vez conocí a una mujer a la que creí que ya conocía.

Oí hablar muchas veces de ella y llegué a creer cuanto dijeron. Parecía injusta, descarada y un poco ignorante. Parecía violenta e irresponsable. Parecía mala mujer y peor madre.

Pero un día tuve la oportunidad de conocer a una mujer de la que no me contaron la verdad.
Al mirarla, descubrí tanto miedo en sus ojos esquivos como en su voz. Apenas era capaz de articular palabra, tartamudeaba ante mis preguntas, pero sonreía sincera.

Al oirla, aprendí que es tan valiente como sabia. Ha superado con matricula de honor las evaluaciones de la vida. Quizá no lo sabe todo, quizá ha tropezado. Tal vez, huyó cuando debía pelear y sólo pensó en su piel y su corazón, pero es fuerte y aguerrida.

Siento creer que lo sé todo. Siento haber dudado un sólo momento que no quedaba nada por descubrir. Menos mal que no es tarde para acoger a desconocidos y conocerlos, "descoserlos", desnudarlos y guardarlos dentro.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Vuelven, por Navidad.

¡Quién diría que el familiar anuncio poseía tal carga significativa...!

¿Conocéis esa sensación de quedarse helado, sin que las temperaturas desciendan demasiado?
Parece que el tiempo se hubiera detenido desde unos meses a esta parte... Ha pasado volando, ha barrido de un soplido todo cuando nos ha acontecido. Supongo que en algo influye el estado de embobe en que me encuentro. Estoy enamorada y, por una vez, es culpa de un sólo hombre. El caso es que no han corrido en mi conciencia los mismos minutos que en el reloj y de pronto ya es Navidad, como hace tan poquitos días, como todavía recuerdo a la perfección. Recuerdo el olor de los postres de mamá, recuerdo la rutina, las visitas a la familia y la familia que nos viene a visitar. Parece que fue ayer cuando preparaba la mesa, ahorraba para regalos y me erizaba la piel el miedo a recordar.

Así es la Navidad. No hay más opción que recordar.

El calendario me ha dado una ínfima tregua y, una vez más, veo desde el tren cómo el río se desborda y nos roza al pasar. Del mismo modo, me desborda la emoción porque este año es mi abuela la que se apaga, se consume como las velas que mi madre, tímidamente, coloca en el salón, a modo de decoración. Tampoco a ella le gusta estas fechas. Se vuelve a marcar el mismo reto personal: ser la más fuerte de las personas que conozco, la más positiva de las miradas tristes. Siempre esperamos que el siguiente año sea mejor, que sea más llevadero, que pase rápido y se haga ligero. El 2010 no podía ser menos. De nuevo, luces por todas partes y millones y millones de personas me impiden avanzar por las calles. De nuevo un poco más niños y un poco más viejos. No sé qué le ven a esto del Christmas Time.

Al menos hemos sobrevivido a una fase más de esta crisis, al menos, nos seguimos marcando metas y nacen nuevas ilusiones. Cuánto trabajo por hacer. Cuántas personas que perder. Cuántos amigos por descubrir. Cuántos temores que desmantelar y hogares que soñar. Pensándolo con detenimiento, este no ha sido un mal año. Si la fortuna nos ha abofeteado, con paciencia y amor hemos conseguido reponernos. Se fueron personas demasiado importantes, demasiado queridas, demasiado pronto. Cada día que pasa los recordamos, a los que murieron y a los que se volvieron mudos, sordos y ciegos.

Otros ojos han despertado para provocar sonrisas, para hacernos llorar de alegría. Muchas ideas no parecen las más idóneas al principio, tener un hijo a los 20, sin trabajo, ni idea de cómo cambiar pañales, es un ejemplo. Pero esas mismas ideas llegan a ser la mejor de las noticias si se miran desde el prisma de la razón. Que no hay más razón que la del corazón. ¡Jules, mi nuevo sobrino, nos ha devuelto la esperanza y las ganas de todo, de vivir, de concebir y de subir a un avión!

En 365 días hemos tenido el corazón en vilo por las desgracias y por los premios, por los aplausos y por la incertidumbre del mañana. Nos ha faltado el aire y nos han cubierto de besos. Y sin embargo, aún no me gusta la Navidad. Es el momento en que todo, inevitablemente, vuelve a nosotros, incluso lo que ya no esperábamos.

Hace unos días, me sorprendió un mensaje en mi correo que no deseaba y que, no obstante, veía venir.
"Felicidades, yogurina. Por todo, parece que todo te va muy bien."

Al mensaje siguieron otros y a la conversación puntual, varias ocasiones más para conversar. Como decía, ya no le esperaba. Admito que me he preguntado alguna vez cómo sería volverlo a ver, cómo reaccionaría ante su imagen, su voz o sus palabras. Ahora, cuando menos lo necesito, aprovecha cada ocasión para aparecerse en mi buzón, simplemente, para saludar. Y ya, no me hace falta...

Es una anécdota muy común, ¿verdad? Me ha visto sonreír y quiere participar de ello. Después de mucho silencio, tras haber estado tan, tan, tan lejos, ahora ya no lo quiero cerca.